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LA EJECUCIÓN DE LOS AUN NO NACIDOS

EL TERRIBLE CRIMEN DEL ABORTO

       Por todos lados escuchamos la palabra «paz», aunque esto sea solo hipocresía. Ya que a nuestro alrededor hay una guerra que nunca termina ni tiene treguas, no tiene ganadores ni perdedores, solo están los carniceros y sus víctimas. Esta guerra se ha esparcido por el mundo entero, especialmente en aquellos países que se sienten muy orgullosos de su civilización, su cultura y su progreso. Esta guerra es un atentado continuo contra la humanidad; es un genocidio sin precedentes en la historia de la humanidad.

       Esta es la guerra entre los padres contra sus propios hijos.

       Esta es la guerra de los ríos de sangre; de torturas seguidas de asesinatos. Pero la humanidad moderna no ole llama a esto asesinato, aunque se sacrifican muchos millones de vidas cada año y representa la ejecución de inocentes e indefensos, el sadismo total, el permiso legal para asesinar que se esconde bajo el hipócrita término de ABORTO. Esta palabra significa «detener el desarrollo», como si estuviéramos hablando de una planta y no de un ser humano, de un bebé.

       En la Segunda Guerra Mundial hubo un gran número de víctimas; pero el número promedio de niños asesinados por sus propios padres en un período similar de tiempo, excede por mucho el número de soldados muertos en la guerra. Este lado oscuro de la vida de nuestra humanidad moderna demuestra que nuestra civilización ha entrado en una escalada de crueldad.

       Por todos lados escuchamos llamados a la paz, no obstante la carnicería sanguinaria continua a nuestro alrededor y se incrementa, y su crueldad excede por mucho la crueldad de los tiranos y verdugos de los campos de concentración.

       El número de víctimas de ésta carnicería es mucho mayor que el número de las víctimas ocurridas durante la guerra. Este crimen no solo rompe con la ley Divina sino también con la Ley humana.

       Desde el momento preciso de la concepción aparece un organismo vivo con el potencial completo de una persona humana. Se ha comprobado que un embrión humano ya posee reacciones razonables y complejas. Se trata de una criatura que siente el dolor y que desea vivir.

       La legalización del aborto va en contra de toda ley moral y jurídica, ya que atente contra la personalidad humana.

       En conclusión: tratándose de un ser humano, un embrión tiene derecho a defenderse; y tratándose de una personalidad, no debe ser asesinado. No hay ninguna diferencia entre matar a un embrión o a cualquier otro ser humano.

       El derecho que legalmente se da a los padres para asesinar a sus hijos es el mismo derecho que obtiene un tirano para asesinar a su propia gente.

       El hecho de que el aborto no sea castigado legalmente hace que todas las declaraciones de Derechos humanos sean algo hipócrita y sin sentido.

       Asesinar a inocentes es el crimen más vil y horrible que puede existir. Es por eso que quien ha asesinado a su bebé indefenso es capaz de cometer cualquier otro crimen bajo ciertas circunstancias.

       Hay un aforismo de las leyes que dice: «Es mejor perdonar a 10 culpables que castigar a un solo inocente». Y sin embargo aquí tenemos a los inocentes que están siendo castigados con la muerte, en una ejecución sádica, ya que el embrión es despedazado vivo.

       En tiempos antiguos, se podía dar la mano a un verdugo, pero nunca sentarse e con él en la misma mesa. Actualmente, en contraste, los médicos que asesinan bebés inocentes no son repudiados ni castigados por la opinión pública. Con lo cual la sociedad es cómplice de sus asesinatos.

       Asesinar bebés inocentes es un crimen que va contra la ley de Dios y contra la Ley humana, contra el concepto del matrimonio y de la familia, en contra de la misma naturaleza humana, contra la humanidad. Asesinar bebés inocentes es el resultado del egoísmo, la crueldad, la cobardía, y la hipocresía.

       Según las enseñanzas cristianas, la familia es una Fraternidad, pero el asesinato de un bebé inocente la convierte en una pandilla asesina.

       El concepto de familia significa ayuda mutua y compartir los mismos derechos en las vidas temporal y eterna. Sin embargo, en el caso del aborto, los miembros de la familia se incitan a la destrucción moral y se tratan peor que enemigos. La familia significa amor mutuo. Pero, ¿será posible amar al asesino de tu propio hijo? El crimen y el derramamiento de sangre nunca se unen, sino que tienden a separarse.

        Es por eso que el número de abortos es similar al número de divorcios. El asesinato de un bebé inocente destruye las complejas relaciones entre marido y mujer, y las degrada a simples relaciones de placer sexual, sin que haya felicidad ni cordialidad, sino que únicamente un culto al placer brutal y horrendo. Los padres que han asesinado a sus bebés se han programado con esto para un futuro horrible para ellos mismos.

       Los padres que han decidido asesinar a sus hijos están cometiendo un crimen no solo contra el hijo que será victimado sino también contra sus demás hijos, aquellos que siguen vivos.

       Esos padres, al transmitir esa crueldad a sus hijos, se volverán eventualmente a su vez víctimas de la crueldad de sus mismos hijos. Y se preguntarán después: «¿Por qué hay tanta injusticia en ésta vida?»

       El asesinato de un bebé es una degradación moral del Ser Humano que lo hace caer en un horrible abismo espiritual.

       La Biblia dice: «No Matarás». Y éste mandamiento es una condición indispensable para mantener la alianza entre el Hombre y Dios, entre el hombre y el Mundo Superior. Cuando se rompe éste mandamiento, dicha alianza se destruye y el hombre queda sin protección alguna.

       En Karphagen, había un ídolo llamado Moloch, el cual había sido fabricado de cobre y plata. Dentro de éste ídolo había un fuego ardiente; cuando el metal se ponía al rojo vivo, en las manos del ídolo se colocaban bebés que habían sido traídos voluntariamente por sus padres.

       Matar a un bebé era considerado el más alto sacrificio que se podía ofrecer a éste demonio. Para ocultar y disimular los gritos y quejidos de los bebés, los sacerdotes tocaban música, entonaban cantos y bailaban. Moloch era el ídolo de la riqueza.

       Aun en nuestros días, se siguen sacrificando bebés para éste dios de la riqueza, de los placeres y del hedonismo. Hay gente que trata de justificarse dicien do: «recurrimos al aborto porque no tenemos dinero». Pero existe una paradoja: La gente más pobre es la que tiene más hijos.

       En los salmos del rey David se explica como las tribus Hunas fueron exterminadas como un castigo de Dios por los sacrificios humanos.

       En los rituales mágicos de brujería medieval, el asesinato de un bebé era considerado el momento máximo de todo ritual satánico.

       Desde el punto de vista místico, los abortos pueden considerarse como una forma de culto satánico inconsciente; como una especie de hecatombe mundial (asesinatos masivos con los cuales se rendía culto a la diosa Hecata, la diosa de la muerte, la cual era representada con un par de serpientes). De manera que el aborto es un culto inconsciente a los demonios, quienes con esto permanecen inseparables de aquellos que les rinden culto.

       Durante la guerra anglo-francesa conocida como la «Guerra de los Cien Años», hubo un famoso líder militar francés llamado el duque De Ré. El relato de la vida de ese hombre es parecida a un cuento de terror, pero desafortunadamente, fue real.

       Siendo aún un niño, De Ré perdió a su padre, y su madre lo dejó al cuidado de su abuelo, quien le brindó una espléndida educación, aunque sin inculcarle ningún tipo de principios morales.

       A la edad de 25 años, ya era Marshal de Francia y era famoso no solo por sus logros militares, sino también por su exquisito refinamiento y su excelente conocimiento del arte y de las filosofía. Fue heredero de una gran fortuna. Su corte era tan lujosa, casi como la corte real; y continuamente recibía invitados de todas partes de Francia. En sus castillos siempre había acomodo y ayuda generosa para músicos, poetas, artistas y trovadores.

       Pero ese tipo de vida no podía durar para siempre. Sus tesoros comenzaron a escasear. En ese tiempo conoció a un mago negro alquimista quien, prometió hacerlo más rico de los que era antes y develarle el secreto de cómo fabricar oro a partir de la sangre humana.

       El mago negro puso ciertas condiciones: De Ré tenía que vender su alma al demonio. De otra forma no podía garantizar el éxito. De Ré cumplió con las condiciones.

       Secuestraron un niño de 10 años y cortaron su mano derecha, sacaron sus ojos y extrajeron su corazón aún latiendo. Con la sangre de ese corazón, De Ré firmó el convenio mediante el cual vendía su alma al demonio. Hecho esto, el duque y el mago concluyeron el ritual con un himno de admiración a Satanás.

       El duque expulsó a su esposa y a su hija de su castillo, puesto que empezaba a sentir repulsión contra ellas, y las envió exiliadas a un castillo muy lejano.

       De Ré y el mago negro iniciaron sus prácticas mágicas. Niños de los pueblo vecinos comenzaron a desaparecer sin dejar rastro.

       El instinto maternal de las desconsoladas madres las hacía apuntar sus sospechas hacia el castillo del duque, el cual estaba ubicado en la cima del valle. El duque pensaba que nunca sería castigado, aunque por momentos sentía el ineludible acoso de su conciencia. En dichos momentos llegaba a tener el impulso de construir una catedral con el dinero que le quedaba o de convertirse en un monje o en un vagabundo. Pero esos impulsos pasaron y el duque continuó asesinando niños con gran crueldad y sadismo.

       Los rumores y sospechas llegaron inevitablemente al episcopado local, el cual llamó al duque a corte, pero éste último no se presentó. El episcopado pidió la ayuda del rey y las fuerzas del rey tomaron por la fuerza el castillo del duque. En numerosos cuartos secretos y sótanos encontraron múltiples esqueletos y cuerpos de niños, así como vasijas llenas de su sangre. Una vez en la corte, el duque confesó sus culpas. Confesó haber asesinado atrozmente de 700 a 800 niños. La corte lo condenó a la hoguera.

       Antes de morir el condenado lloró y suplicó clemencia a los padres de los niños y a Dios mismo. El mago negro fue puesto en la hoguera junto con el duque. El mago se burlaba de las lágrimas del duque, lo que consideraba una muestra de debilidad, y murió maldiciendo a Dios.

       Al leer la vida de éste villano, quisiéramos que todo esto fuera solo una leyenda, algo no real, aunque sin embargo lo fue. Pero lo peor de todo es que los crímenes cometidos por De Ré se continúan repitiendo hasta nuestros días por parte de aquellas mujeres que, estando a punto de ser madres, optan por el aborto. Aunque sus hijos ya no son secuestrados por sectas satánicas, son las mismas madres quienes disponen de la vida de ellos y, con éste acto, venden su alma a Satanás, de igual forma que lo hizo De Ré.

       Muchos padres disponen de la vida de sus hijos por razones económicas, con lo que, al igual que hizo De Ré, están intercambiando la sangre de sus hijos por dinero. Algunos se arrepienten, pero la mayoría vive y muere con el corazón frío, sin que experimenten ningún tipo de arrepentimiento, tal como lo hizo el mago negro que murió junto a De Ré.

       ¡No existe ningún tipo de animal, reptil, víbora ni escorpión que mate a sus bebés por placer! Pro en nuestra época, donde se supone tenemos «civilización, educación y humanismo», la crueldad del ser humano ha sobrepasado a TODAS las demás criaturas sobre la tierra. El hombre se ha vuelto más despiadado que las mismas víboras y escorpiones.

       Hasta que el asesinato de bebés no sea considerado como el peor crimen y sea castigado por la ley, todos los llamados a la paz y justicia mundiales serán solo la máscara del rostro de un auténtico caníbal.

       En la Biblia hay una descripción de la más terrible caída que tuvo el ermitaño Jacob, quien, estando en un estado de intoxicación, cometió tres pecados: cometió adulterio, asesinato y después de esto, es condió el cuerpo de la víctima, a la que privó de una adecuada sepultura. En éste relato se describe también el terrible arrepentimiento que siguió a éstos actos descritos.

       Durante 10 años, Jacob estuvo orando en la bóveda de la casa de un sacerdote, quien era su guía espiritual.

       Durante todo ese tiempo, Jacob no vió la luz del día, alimentándose tan solo de pan y de agua. El sótano estaba tan reducido que no podía incorporarse de pié ni recostarse, sino que tenía que permanecer en cuclillas.

       Después de transcurridos diez años, Jacob recibió el perdón.

       Aquellas parejas que condenan a sus hijos a muerte, repiten el pecado de Jacob, pero sin que haya en sus mentes el arrepentimiento.

       El planeado asesinato de bebés, al cual nuestra sociedad le llama sádicamente «planificación familiar» es una complicidad con el adulterio, ya que el simple sexo sin responsabilidad destruye a la familia y a la sociedad, al mismo tiempo que es un asesinato cruel y cínico que quita la vida a un ser humano y le priva de cristiana sepultura.

       El nombre de la primer mujer, Eva, significa «VIDA».El nombre de aquellas mujeres que asesinan a sus hijos significa «MUERTE».

       Este tipo de mujeres se convierten en demonios dentro de sus propios cuerpos, de manera que el lugar donde nace una nueva vida se convierte en la cámara de torturas donde el verdugo asesina al bebé, para después desechar el cuerpo.

       Sin embargo, ese tipo de mujer vampirezca se sentiría insultada si cualquiera se atreviera a dudar de su honestidad.

       Jacob cometió un crimen estando intoxicado por la ira, los celos y la locura. Bajo éste tipo de intoxicación, un asesino puede acabar con la vida de otro. Pero es mucho más terrible cuando los padres, de forma meditada y fríamente calculada, deciden si la vida de su bebé terminará o no.

       Es algo parecido a los fríos pensamientos de los nazis cuando calculaban cuánto jabón podrían producir con los cuerpos de sus víctimas, o cuanto cabello podrían obtener de aquellos que entraban a las cámaras de gas.

       El asesinato a sangre fría por beneficio propio es el tipo de asesinato más vil y degradante para el ser humano.

       La guerra es un gran desastre. Es la encarnación de la energía satánica por los pecados acumulados por la humanidad.

       En la guerra la gente mata a sus enemigos durante las batallas, pero en el caso del aborto, los asesinados son seres indefensos, mientras que sus asesinos están protegidos contra el ataque de la sociedad.

       En el campo de batalla, el guerrero lucha por obtener la victoria sobre su enemigo; pero los padres que recurren al aborto cometen un asesinato peor que el cometido por bandidos y asaltantes, los cuales al menos ponen en riesgo su libertad. Pero en el caso del aborto, cuando las mismas leyes justifican este asesinato, no se defiende el derecho humano por la vida. El asesino es, en éste caso, justificado por la opinión pública de nuestra moderna sociedad liberal, la cual no protesta ante éstos crímenes y se hace cómplice de los asesinatos.

       Mucha gente habla de su patriotismo, de su amor por su Patria. Pero una Patria es la gente que en él habita, no solo la historia del pasado, sino que es también el presente y el futuro.

       De manera que los padres que asesinan a sus bebés están cometiendo genocidio contra su nación.

       Existe una estrecha vinculación entre la depravación sexual, los divorcios y el gran número de abortos que hay en nuestros días. No es por simple casualidad que haya tanta pornografía en las calles. A pesar de que se continúa publicando literatura espiritual, el número y cantidad de publicaciones pornográficas es mucho mayor. Las revistas y películas pornográficas son un terrible veneno, que es mucho más perjudicial y dañino para la sociedad que las mismas drogas, ya que convierte a la gente joven en gente vieja por su grado de depravación y malicia, y hace que la gente grande se pretenda comportar como jóvenes depravados.

       Vivimos en una atmósfera cínica y lujuriosa que afirma que la castidad y la virginidad son «cosa del pasado».

       La depravación se muestra en los aparadores de las tiendas, en la televisión y en las revistas.

       Gente llena de todo tipo de vicios acude a los templos de las iglesias y se sientan como cadáveres. El microbio de la depravación es terrible y se requieren muchos años para lim piarse de éste tipo de contagio y poder realizarse como un ser Humano.

       En el océano de la depravación, de la perversión sexual y del descaro, hay muy poca gente que puede restaurar el templo de su espíritu, ya que la mayoría cae víctima de la depravación y permanecen como cadáveres en descomposición.

       Y habiendo realizado esto, Satanás ya no tuvo ningún temor de las Enseñanzas de la Luz, que antes lo habían hecho temblar.

       Nosotros somos como aquella gente, para la cual construyen un hospital y, junto a éste, docenas de reactores nucleares que esparcen sus rayos mortales. Obtenemos nuestra dosis diaria de radiación letal para después ir a que nos curen.

       Un alma depravada no puede recibir Ayuda si no tiene arrepentimiento, ya que no es capaz de realizar un trabajo espiritual que no sea un trabajo egoísta, de manera que está atrapada en un círculo vicioso.

       Todos los pecados llevan varias fases en su desarrollo. Antes de que una mujer decida asesinar a su bebé, comete otro tipo de pecados relacionados, como si fueran éstos eslabones de una cadena. Para asesinar a su bebé, primero debe asesinar su amor por la vida, lo cual es el repudio interno de Cristo, Quien es la reencarnación del Amor y Quien Dijo: «Dejad que los niños vengan a Mi, porque de ellos es el Reino de los Cielos».

       En segundo lugar, debe asesinar su instinto maternal, de manera que se vuelve más cruel que un animal.

       Y después tratará de desconocer a su bebé y de tratarlo como algo ajeno a su cuerpo, como si se tratara de un tumor canceroso o un quiste que debe eliminarse.

       Debe de haber negado el valor de la vida eterna y negar el derecho de si bebé a vivir. Habrá llegado finalmente a creer que puede disponer de la vida de su hijo como si fuera propia. Habrá negado ya esa parte del Antiguo y Nuevo Testamento que dice «No Matarás».

       Al haber preferido la prosperidad económica en vez de la misma vida de su hijo, ha repudiado su propia cruz, y al asesinar a su bebé, ella desprecia a su bebé, lo cual se convierte en un suicidio moral, y al mismo tiempo, comete el acto más vil de egocentrismo.

       La madre que asesina a su bebé, está uniendo su está uniendo su espíritu con el espíritu del demonio, de quien nuestro salvador dijo: «El es Satanás, el asesino desde siempre».

       Antes de haber asesinado físicamente a su bebé, ella ya lo había hecho en su corazón y en su mente, lo cual el bebé, siendo uno mismo con ella en su corazón y en su mente, ya lo había sentido.

       ¡El bebé ya había sentido el terror de la muerte mucho antes de que se presentara la tortura física y la muerte, de hecho!

       Los padres que asesinan a sus bebés son culpables ante la humanidad, ya que destruyen la vida de seres humanos que pertenecen a la familia humana del presente. Al mismo tiempo, son culpables en el futuro, ya que los crímenes morales de los padres se transformarán en transtornos nerviosos y anormalidades de sus descendientes.

       Son enemigos de la humanidad, porque ensanchan el campo oscuro de las fuerzas demoníacas que ya amenaza a la Tierra como una forma de nubes negras.

       La sangre de los inocentes clama en silencio al Cielo, pidiendo venganza. Estos asesinatos masivos; éstas hecatombes de bebés provocarán terribles catástrofes y cataclismos.

       En las parábolas de Salomón se dijo: «Aquello que el pecador teme es lo que llegará a él». Aquel que quiere comprar felicidad ilusoria y placer a cambio de la sangre de bebés inocentes, lo único que está haciendo es acercar más el momento de la tragedia global. Cuando la tierra perecerá víctima del fuego, del hambre y la guerra.

       La gente tiene distintos tipos de naturaleza, diferentes necesidades y gustos. Las cosas que importan a una persona, son inaceptables para otras. Pero existe, detrás de la apariencia material, algo que existe, aunque haya gente que no lo quiera admitir, algo que todo el mundo necesita y que es el Amor. Este sentimiento misterioso cuyo calor toda alma quiere sentir, incluso el alma de un criminal.

       La forma más elevada de amor es el amor místico de un alma humana hacia Dios. En su forma más perfecta y completa, el Amor se muestra en el servicio al Altísimo. Cuando el Amor por el Altísimo se convierte en el único sentido de la vida. El Amor espiritual nunca es defraudado, ya que pide mucho pero regresa mucho más.

       Al perder el Amor por la Divinidad, la gente se volvió infeliz y todos los logros de la humanidad se transformaron en simples lápidas en el cementerio de las almas.

       Actualmente es difícil encontrar gente verdaderamente feliz. Los sentimientos de infelicidad y soledad se transforman gradualmente en deseos de destrucción, lo cual se refleja de varias formas: drogadicción, alcoholismo, tabaquismo, sadismo familiar, racismo, actos de crueldad, y venganza.

       Además de que el vacío espiritual se va transformando en un constante temor y desconfianza en los demás, incluyendo a nuestros seres más cercanos. El sentimiento de estar débil y vulnerable hace que se activen enfermedades mentales y nerviosas. Este decaimiento espiritual logra finalmente convertir al ser humano en una criatura sin moral, en un tirano que se aprovecha de los más débiles, quien vive en continua desconfianza, como en un bosque rodeado de bestias salvajes.

       Nuestra sociedad moderna está gravemente enferma y es muy infeliz. Aseguramos que la causa de la depresión y de la histeria colectivas es el egocentrismo, que es la total falta de amor.

       El Amor por el Altísimo se ha perdido casi totalmente. La única forma de recuperar éste Amor es luchando contra nuestros vicios y perversiones. Pero además del sacrificio por la humanidad, que es amor por la divinidad hay otra forma de amor que es también un reflejo de la Luz Divina, y ésta es la familia. Una familia basada en principios nobles, en el respeto mutuo y de los demás, es como un oasis en medio del desierto de depravación y muerte en el que vive nuestra civilización.

       El demonio trata de destruir la familia desde adentro: quiere eliminar la familia en su esencia y dejar solo el cascarón; quiere acabar con la esencia de la familia que es el amor, sin lo cual la vida pierde todo sentido y se convierte en una tragedia cruel.

       Al asesinar un bebé, los padres destruyen este vínculo de amor divino que es la familia, convirtiendo a la familia en una banda de asesinos.

       Jesucristo dijo que el Amor desaparece cuando hay actos de maldad. Y dos asesinos no pueden amarse ni respetarse mutuamente, de manera que su relación se deteriora en un egoísmo y se ven mutuamente como un objeto que se tiene mientras sirva de algo.

       Al asesinar a su bebé, los padres destruyen el amor que los mantiene unidos como familia y hacen que su familia se destruya y atraen para sí espíritus diabólicos y fuerzas malignas que oprimen el alma humana. Los miembros de esa familia pierden el amor a su hogar. Los padres comienzan a sentirse extraños y a buscar el amor fuera de la familia.

       Hay palabras muy enfáticas en la Biblia como las que dirije Dios a Caín, diciéndole: «La voz de la sangre de tu hermano clama a Mi desde la tierra».

       La sangre de los bebés inocentes clama al cielo desde la tierra. Sus asesinos serán castigados no solo en la vida futura sino que también en la presente. Una conciencia sucia priva al ser humano de LO MÁS IMPORTANTE, que es el Mundo Espiritual y la felicidad.

       Existen leyendas antiguas que nos hablan de las agonías de la conciencia y de los tormentos internos a los que son sometidos los asesinos. Es posible que en nuestros días no haya tal remordimiento y castigo psicológico, ya que hay una gran inconciencia, pero lo que si es cierto es que la sangre sigue tomando venganza por sí misma.

       Los asesinos de hoy están evitando ir a juicio en la tierra, pero al mismo tiempo están aniquilando sus almas mucho antes de ir ante la Justicia Divina, ya que viven en el vacío espiritual.

       Estemos alertas ante éste terrible pecado que obscurece la Luz Divina en nuestros corazones y que destruye la pureza de nuestra alma, aquello que nos convierte en seres realmente humanos y nos da la Verdadera Felicidad, a la que estamos Predestinados.


La Bandera de la Paz



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(NICOLÁS ROERICH)

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